Goles perdidos

 Las historias de los goles perdidos son infinitas. Se nutren, alimentan y crecen desmesuradamente. Lo hacen en forma exponencial por una simple razón; la necesidad de convertirlos, de estallar con un rugido por el ingreso de la preciada pelota en ese maldito y endemoniado arco.

Un mal cabezazo, un golpe mordido, una pifia, una pared no devuelta, un centro que quedo corto o uno que se pasa de largo, la cara del arquero o su espalda, la pierna del defensor o su rodilla, cualquiera de los palos o el travesaño, la parte “externa” de la red, la zambullida de un defensor. En fin…

El afán desmedido por introducir el balón en la portería ha socavado al más pintado de los goleadores; los de fina estampa o los mastodontes de área; los petisos escurridizos o los torpes longos. Los atrevidos y audaces, o los más tímidos y retraídos.

En definitiva, ¿qué es perderse un gol? Porque cabe aclarar, hay cosas en la vida que, con esperar, llegan. La primavera, los dieciocho, el fruto de un árbol, el amanecer, un abrazo, el nacimiento de un hijo… pero un gol, lo que se dice un gol… es una de aquellas cosas que necesitan nuestra constante búsqueda, nuestro más implacable deseo y nuestra mente puesta, sin titubear, en un instante preciado de una excelsa y efímera gloria.

El delantero puede ver el hueco entre los defensores, pero eso no es un gol. Puede picar bien habilitado o haber leído bien la jugada, haber recibido un pase como con la mano, ver al arquero adelantado, jugar perfecto un contragolpe, escaparse a la marca pegajosa, pisar el área con la pelota dominada… pero esas tampoco son cosas que garantizan el más mínimo aroma a gol. Un debutante en la primera del club o una de las viejas glorias del equipo puede estar solo frente al arco, Un recién transferido por 10 "palos verdes" o uno que está a préstamo por dos pesos puede haber eludido al arquero en su último esfuerzo, puede intentar empujar ese balón que rueda suavemente sobre la línea de meta, o puede estar conjugando una de las más bellas jugadas colectivas de la historia… y que se yo cuantas cosas más…pero esos no son goles.

Un gol es un segundo, un instante, un gesto, un desahogo, un festejo. Implica el repetido e incansable rastreo de ese instante y el desenfreno caótico, de que una vez conquistado, ya queda atrás y simplemente resuena en nuestro interior ese grito, ese alarido estremecedor, que se manifiesta como antesala de una nueva pesquisa. El gol convertido, una vez que se lo festeja, ya no sirve; comienza una nueva, tenaz y ferviente búsqueda.

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